El especismo en la vida diaria

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Especismo: discriminación de un animal debido a su especie.

Además de los bien conocidos casos de especismo en nuestra vida diaria, tales como el consumo de productos animales para nuestro beneficio, es interesante notar como un gran número de nuestras costumbres y hábitos cotidianos estan claramente minados por la influencia especista.

A continuación describiré brevemente algunos de nuestros «hábitos especistas» más fácilmente identificables.

El lenguaje especista

«Burro», «asno», «animal» son calificativos normalmente usados para designar a alguien como falto de inteligencia, conjuntamente con «cabeza de pollo» o «cerebro de hormiga». En sí mismo el uso de estos calificativos no denotarían algún tipo de especismo, sino fuera por la idea detrás de su uso. Buscamos «rebajar» de alguna manera el estatus de la persona objeto de nuestros calificativos, para ello lo igualamos con un animal no-humano. Así mantenemos vigente la idea de nuestro estatus de superioridad sobre otras especies animales.

La cocina especista

Recientemente he notado también que mi microondas, a pesar de no ser este un hábito como tal, refleja nuestra actitud especista. Sus botones de «one touch cooking (cocina al toque)», presentan coloridos botones con dibujos de una gallina, una vaca/cerdo y un pez, para la cocción rápida de pollo, carne y pescado respectivamente. Igualmente la nevera cuenta con 3 cajas especialmente diseñadas para acomodar hasta 30 huevos de manera «cómoda» y «sencilla». Además de un gabinete para la «leche».

El niño-a especista

«Animales en la granja», lleva por título un pequeño libro animado con el cual mi sobrina empieza a conocer los nombres de sus compañeros no-humanos. El libro, bellamente ilustrado, muestra como el «señor cerdo» vive en cocheras, la «señora vaca» en un corral y la «abuelita gallina» en un galpón. Resulta obvia la manera en que en general los humanos establecemos relaciones con los no-humanos, desde nuestra infancia se nos hace pensar que ese es el lugar al que corresponden. Otros titulos de la colección son: «Una tarde en el circo» y «Papá llevame al zoológico».

Golosinas especistas

Este asunto lo noté también hace poco y ha sonado «exagerado» a algunas personas. Las gomitas masticables tienen formas, si no de vegetales, de cualquier otra creatura no-humana. Es común comer cocodrilos, delfines, gusanitos, rinocerontes y hasta dinosaurios agridulces. Jamás encontraremos una gomita con forma de recien nacido humano o de papá, la razón es obvia: los humanos comen animales y verduras, no a otros humanos.

Yo el vegano especista

Lamentablemente y aún a pesar de mis ingentes esfuerzos por reconocer los derechos fundamentales de nuestros compañeros no humanos, encuentro fuertes tintes especistas en mi vida. Uno de los principales se encuentra en mi relación con los perros con los que convivo.

Yo soy quien, en un acto de «benevolencia», decidió recogerles de la calle y llevarles a mi casa. Una casa en la cual existen «reglas», una casa en la que se dictamina a que horas se come o no se come, qué cantidad se come (por recomendacion del veterinario, quien jamás en su vida a pasado hambre), dónde se duerme, a qué hora se sale al parque y a qué hora se debe o no excretar. Sin contar que soy yo quien también decide si el pelo debe o no ser cepillado y si un poco de «colonia canina» vendría bien o no.

Básicamente, cada uno de mis actos describe una actitud de «pertenencia», de posesión y dominio sobre ellos. Cada uno de mis actos restringe sus libertades mínimas con el fin de satisfacer mi necesidad de sentirme un ser benefactor. Mis intereses priman sobre los suyos. soy yo, quien desde mi perspectiva  como animal humano social, decide que la vida bajo mi techo es mejor para ellos.

Algunas veces me parece que este es un precio bastante alto que pagar, por recibir mi afecto, un techo y una ración de monótona comida diaria.